lunes, 17 de marzo de 2014

Recordando películas: Distrito apache (1981)

Una crónica barriobajera que merece ser recordada, entre el drama social y la comedia más excesiva

Ironía, tristeza y vitalidad
Distrito apache (1981) no es una película especialmente recordada ni apreciada, seguramente a causa de su tono agridulce, su peculiar mezcla de drama descarnado y comedia desaforada. Se trata de una de esas películas que uno no sabe si ver a solas o en familia, porque podría atragantar la cena y hacer que uno acabe durmiendo en el sofá… Si bien el tono de la película es, digamos, indefinido, su argumento también acaba siéndolo: una provocativa mujer ha asesinado a dos policías a los que previamente había seducido, y mientras intentan dar con ella, en el barrio crecen las revueltas. 


El espectador no tardará en darse cuenta de que faltan piezas en el puzle: ni una pista lleva a otra, ni la investigación sigue su curso, sino que el argumento se detiene en secundarios que llegan a ser protagonistas, unas pequeñas historias dan pie a otras, y surgen mil y una estampas costumbristas, a veces divertidas —el asedio a la comisaría por parte de los del barrio, lanzando hasta coliflores contra los cristales—, a veces muy duras —esa guapa enfermera que tiene marcas de haberse chutado en las piernas, ocultando así su drogadicción—. Finalmente, Distrito apache no solo nos cuenta la historia de Murphy, un policía quemado (Paul Newman), sino que acaba retratando el Bronx y sus gentes, unas veces con ironía, otras veces con tristeza, pero siempre con vitalidad.



pura diversión barriobajera



No siendo ni mucho menos la película perfecta, Distrito apache tiene mucho encanto, y con los años más. En primer lugar, su director, Daniel Petrie, siempre fue un artesano aplicado pero incapaz de insuflar una mínima originalidad a lo que hacía. Curiosamente, la parquedad de su estilo —televisivo, frontal, inexpresivo— encaja como anillo al dedo en esta historia, que bien podría colar como un «Vivir cada día» del ambiente policial… La fotografía de tonos desgastados y la tosca realización subrayan muy bien ese ambiente callejero.



Además, hay muchos aciertos de casting: la bella asesina es nada menos que la actriz de culto Pam Grier, protagonista de clasicazos de la blaxploitation como Foxy Brown (1974) que sería recuperada a mediados de los 90 por Tim Burton en Mars Attacks! o por Quentin Tarantino en Jackie Brown (la mejor película del fetichista, por cierto). Y el enemigo mortal de Newman es Danny Aiello, ese veterano policía panzudo que tantas veces hemos visto en las madrugadas de Antena 3. No os perdáis la pelea a puñetazos entre Paul Newman y Aiello, entre cristales rotos y coches abollados… Hay amores que matan.



Muchos han señalado con acierto el parecido de esta película con la llorada serie televisiva Canción triste de Hill Street, que a su vez se inspiraba en la serie de novelas que Ed McBain dedicó al Distrito 87. Pero los tiempos cambian; si McBain dedicó en los años 50 y 60 toda una serie de novelas a glosar las virtudes de la policía, con más humor bonachón que espíritu crítico, siendo el padre de la literatura de procedimiento policial, treinta años después, el cineasta Daniel Petrie volvería sobre los mismos temas, pero ya plenamente imbuido del realismo crítico que se impuso en la Norteamérica de los años 70. En definitiva, y pese al parecido con esos referentes, digamos más conformistas, Distrito apache es más cercana en tono y espíritu al escritor Joseph Wambaugh, que fue policía y destacaría por la dureza de sus historias.



Finalmente Distrito apache ofrece un paseo por los bajos fondos de la mano de una pareja de policías. Aunque esto ahora no nos sorprenda, sí es cierto que hace tiempo no era tan habitual, ya que tradicionalmente, el policía ha sido el convidado de piedra, tanto en la literatura como en el cine negro. Además, la película queda como entretenimiento para los estómagos más encallecidos, ya que hace muy visibles determinados ambientes y personajes —droga, prostitución, policías corruptos, marginalidad—, pero en lugar de optar por el discurso acostumbrado y la condena moral, escoge la aventura y la diversión barriobajera.


***Texto publicado originalmente en la revista Fiat Lux, nº 2, invierno 2013/2014



1 comentario:

  1. Marditoooo! Has conseguido que vuelva a verla. Y talmente de acuerdo contigo. Origen de series televisivas y fin de las películas libres que se inventaban sin manual de guion, para bien y para mal. Lo cierto es que yo siempre la he tenido muy presente, pero comprendo que no cuajara. Para paladares demasiado anchos.

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