lunes, 3 de marzo de 2014

Caníbal: hasta las pestañas de buen cine

Caníbal se acerca al comportamiento de un criminal. Su día a día. Cómo come, viste y respira

Coherencia y radicalidad
A veces funcionan las excepciones a la norma; mejor hacer gala de las diferencias, las particularidades, que buscar el enésimo sucedáneo de Harry Potter, de CSI, de Hannibal Lecter… Así lo parece haber comprendido el equipo que ha realizado esta coproducción entre España, Rumanía, Rusia y Francia, comandado por el cineasta Manuel Martín Cuenca. Y el atrevimiento de su distinción se ha visto rápidamente reconocido: después de ser aplaudida en varios festivales europeos, es precandidata para representar a España en los Óscar.

Lo cierto es que la particularidad —mejor dicho: particularidades— de Caníbal son muchas, muy coherentes y bien radicales. En primer lugar, frente a ese cine de la sobreabundancia que nos arrolla, donde todo son sagas interminables, argumentos llenos de imposibles giros de guión, exhibicionismo de efectos digitales, duraciones agotadoras… nos encontramos una película sencilla, claramente orientada para un público adulto, en la que los personajes están por encima de todo, y que además actualiza acertadamente una forma de hacer cine que bien podría remontarse a Claude Chabrol, y que recuerda especialmente a El carnicero.


con inteligencia y madurez, sin estridencias


En efecto, Manuel Martín Cuenca nos presenta una historia de crímenes, los que comete un prestigioso sastre de Granada (Antonio de la Torre), que gracias a sus precisos conocimientos del cuerpo humano es capaz de deshuesar a las mujeres que mata, para después comerse su carne en solitario, mientras ve la tele y sigue sus rutinas más sencillas. Siempre ha matado a desconocidas, pero cuando llegue la nueva vecina rumana, quizás a su pesar, profundizará en esa relación, y entrará en terrenos —los del amor— desconocidos para un asesino.

La llamada mente criminal ha sido el tema central de muchas películas. Si antes se contemplaba desde el prisma del psicoanálisis, aportando a menudo explicaciones tan sugerentes como inverosímiles, cada vez se impone más un enfoque que combina lo biológico, lo químico, las nuevas tecnologías… Y aquí radica la principal diferencia de Caníbal: apostar por el libre albedrío frente a los que piensan que “solo somos química”, y mediante un enfoque cercano al conductismo, acercarse no a la mente sino al comportamiento criminal. Su día a día. Cómo come, viste y respira. Desde este planteamiento todo sorprende más. Durante casi dos horas estamos en vilo, incapaces de anticipar que pasará a cada minuto. Nosotros somos incapaces porque los mismos personajes tampoco pueden adivinarlo, atrapados como están en sus dudas y dilemas. 

Si bien la película no busca el culto al malditismo, y de hecho presenta con un peculiar buen gusto al personaje que da título y sus andanzas, parte de la singularidad de acercarse a él con inteligencia, con madurez, sin estridencias… En definitiva, se acerca al comportamiento criminal de una forma a la que el espectador de hoy no está acostumbrado.


***Texto publicado originalmente en la revista Fiat Lux, nº 1, otoño 2013




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